lunes, 28 de enero de 2013

Autorretrato













No soy más que un ser insondablemente sensible morando en un mundo principalmente hostil.
Por ello padezco más. Pues no soy capaz de cubrirme con una armadura de fortaleza racional, como la que usan la gran mayoría de las personas como dispositivo básico para la supervivencia mundana.

Por eso soy capaz de disfrutar de diminutos detalles, que para muchos pasan inadvertidos. Muy capaz de fijarme en todas aquellas cosas simplemente minúsculas, tan presentes, y para algunos tan corrientes y carentes de importancia. A mi me dan vitalidad, y por eso aseguro que el mundo está repleto de vida.

Puede que tenga un modo de supervivencia distinto, singular. Algo caritativo y desprendido. Soy muy capaz de amar con un corazón inusitado y de afligirme con las ausencias con brutal desgarro.

Soy honesto, y sin embargo, plenamente inseguro. Como un riachuelo, sometido siempre a

los flujos internos, de ese mundo recóndito tan feroz, tan recio e incontrolable. Como ese riachuelo que continua kilómetros sobre el terreno para después esconderse bajo la superficie durante espacios y tiempos imprecisos, y después...volver a resurgir.

Agitado, excitado y a la vez profundamente pacificador y novelero. Me gusta el amor, los buenos momentos vividos y lo salubre. Pero a veces la existencia se torna cruel y dolorosa, algo quimérica y menos vital de lo que me gustaría principalmente. Soy soñador en cuanto a sueños remotos y cabal en lo ordinario. Pero continuamente con ese punto versátil de locura, con esa espontaneidad, con ese carácter latente tras una apariencia figuradamente normal.

Todo lo veo distinto, complicado o simple, pero siempre con una magnitud nueva, menos trivial. Natural y bizarro en cuanto a argumentaciones, siempre inquiriendo la jodida verdad. Azorado, siempre instruyéndome, siempre pretendiendo percibir algo más.

Conozco a muchos y amo, de verdad, a muy pocos. Camino por el mundo aspirando a encontrar a aquellos como yo, a los humildes, a los auténticos, a los atrevidos que osan retar a su propia mente. A los que se escapan sin dudas ni complejos de los cánones implantados.

A aquellos que tienen ganas de elevarse, de crear, de existir, de disfrutar de la certeza, de aprender y de luchar...


Soy poeta, y sólo los que sean como yo, lo entenderán.


Canet

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Vida insólita sin poesía

















¿Dónde demonios colocar la poesía
cuando la ira resquebraja el murmullo áspero
y rompe el barrizal de la monotonía?

Mil pájaros cautivos en el día huidizo.

El cierzo cepilla barrotes de hipocresía.

Me encuentro engendrando oleajes,
buscando la raíz cónyuge,
pero hay días que soy tan mustio,
tan miserable bajo el desconsuelo del mundo,
que las áncoras herrumbran mis manos como
cuchillos de cocina oxidados
clavando
con rabia dentada.

Y para no hundirme
lloran mis dedos,
si no es sábado y no veo su figura
en la mañana para ampararme.

Escalones de oxigeno,
expulsados,
cesados al lugar de no morir remotamente
de la hipérbole y el embuste enmascarado,
del fragmento dilatado hasta quedar ciego.

En aquel lugar la fatiga es una aguja,
un millón de puntadas de afonía selectiva
en la clausurada aspereza de la atmosfera azul.
En aquel lugar la poesía no halla su ansiedad,
su aullido esterilizado
queda turbado.

Todas las huellas lamen la brisa,
ensuciando la ciudad
apagados los individuos
con sus hocicos de bestias descubiertas
en océanos de narcóticos. 
Vida insólita sin poesía
donde contempla los bramidos
en el borde del mundo.

M.Canet

Los que ya no están




Los que ya no están 
no desean
ni perfumes, ni lagrimas, ni dilatadas miradas.
Preguntan por si mismos
en las ciudades
y observan sin ojos un astro insondable.

Los que ya no están 
no rememoran
ni tararean, ni se ilusionan.
Solo extienden sus huesos entre la tierra desecada
cubiertos por el afán de un aliento y una causa.

Se amarran al silencio en ramilletes
y parecen el cálculo de un rosario.
Desconocen sus nombres.
Ignoran su domicilio.
No ambicionan ser pensados, ni queridos.
Ni siquiera recordados.

Los que ya no están 
se aproximan pausadamente
y a veces…Solo a veces
derriban la frontera del mundo
y toman de nuestro abandono real e infinito
un trago de vida acumulada.

M.Canet

martes, 20 de noviembre de 2012

Niebla





Un autobús, 124, parte en la niebla
del lugar en el que se me escapa el pensamiento.
Viajo en el asiento de mi mismo
encarado en el cristal de mi adversario,
oteando en las marquesinas mojadas
una fila de luces que han preparado
la dedicación del día a mi fracaso.

En pos queda el Sena y el d'Orsay ,
los besos con sus paseos, el arrumaco
del calor donde combatían la frialdad,
tus brazos de luz cincelando
una arista de peso en Notre-Dame.

En sentido opuesto, hacia el torbellino
de tinieblas avanza el cierzo, regresa el frío,
emanan los árboles, los humanos,
los anuncios y los coches, un perro
amarrado a la farola más plomiza del cielo.
Se hace de noche. La lluvia es otro filo
de cuchillo proyectado por la tronada.
Se infiltra en las pupilas. 
Puramente.
Un autobús, 124, parte en la niebla...



M.Canet

martes, 6 de noviembre de 2012

No es cierto...





No es cierto que las mujeres estéis hechas de elementos tersos y sedosos; sois rocosas. 
Lucís cinturas delicadas y moldeáis la curvatura de las cejas y solicitáis seguridad, ilusoria apariencia : la dureza se encuentra en vuestra mente. 
Algunas requerís gestos, abrazos, besos, y parece que insertáis una demanda de infinitas dosis. 
Amáis la cantidad. 
Siete años de proximidad, 
tres mil quinientas horas de reposar la testa sobre el hombro y doscientas setenta noches de leer a Saramago y mirar por la ventana.

M.Canet

lunes, 5 de noviembre de 2012

De ti sólo quiero, lo que te quiero.




 A veces me pregunto si te aquejan dudas sobre mi cordura, si esta emoción que se me escapa de las manos, que se filtra en la horas del día y del sueño, te resultará extraña, como extraña resulta la alienación o la extravagancia.
Ni yo mismo encuentro, explicación para esta desazón mía, para la dulce alegría de pensarte, para el descaro de irrumpir en tu vida con mis ensoñaciones que son en realidad deseos de pequeños milagros que sólo contigo quisiera compartir.
Si supieras con que avidez te veo, si supieras como el saberte cercana conforma en mí una trama de ánimo que me ayuda a sobrellevar la rutina de los días, si supieras la decepción que siento, cuando en mi otro mundo te busco y no te encuentro, pensarías, sin duda, que mi biografía ha sido dura castigándome con tamaño desequilibrio mental.
Porque para gozar de esta inquietud exquisita que me inspiras hay que
traspasar un límite y dejarse llevar. Es como aprender a nadar.
Yo sin querer, por la fuerza del cariño que te tengo, he saltado a esa otra dimensión dónde viajo en tren a tu lado, contemplo la luna sobre tu cabeza, bailo encima de un piano, corro entre altas espigas verdes de tu mano, hablo en francés, y te escucho saboreando una taza de café sobre una alfombra persa.
Y me siento bien, nada perturba mi deleite, y me perdono las cosas y perdono al mundo, y creo en este Dios tan lejano, y te pienso, y mi corazón me dice que ya no quiero nada, porque te tengo.
De ti sólo quiero, lo que te quiero.

M.Canet

jueves, 25 de octubre de 2012

Silvia



Si tu piel no fuera tan sedosa,
ignoraría que tu figura
es una prolongación de la mía,
ni podría tomarte
a través de la península de tus dedos.
¡Oh, Silvia! Hemisferio hundido en mi sangre,
murmullo de alas cuando el tiempo se despedaza
y sólo permanece la fatiga de vivir.
Mujer que me proyectas cada día:
sólo cuando tú me acaricias sé que soy distinto
y me admito. 

 A Silvia Rojas López

M.Canet