sábado, 23 de enero de 2010

La Navegante


Otra vez el insistente pitido del despertador irrumpiendo en la paz de sus sueños, de nuevo el frío entrometiéndose al retirar las sábanas, una vez más la horrible visión de su arrugado cuerpo entumecido por el dolor, de la delgada palidez de sus magras carnes al desnudarse, una mañana más en la que enfrentarse a sí misma en el espejo de su decadencia.
Había sido una mujer hermosa, de aquellas en las que encontrarse las envidiosas miradas: su talle esbelto, su andar pausado y elegante, el brillo devuelto por la tersura de su piel, la seguridad en su rumbo…
Alguna vez amó hasta quedarse vacía, amó hasta el punto de verse reflejada en el otro, de cerrar los ojos para no dejar escapar ni un hálito de tanto sentimiento en cualquier mirada frugal… amó tanto hasta encarcelarse en su devoción
y una vez llegado ese punto culminante en el que se ama y se desea desmedidamente por igual, desaparecer de nuevo, oculta en la cobardía de no estar dispuesta a resignarse a envejecer y verse envejecida.

Desde hacía un tiempo le observaba de incógnito, a unos metros de distancia. Le había descubierto entre cartones una mañana de invierno en la que destapó su dormida cara y salió corriendo, para no enfrentarse una vez más a la realidad con la que su olvido había despojado, hasta de su propia estima, a aquel mendigo de cariño.
Ahora, intenta llegar cada mañana justo antes de que los pasos del gentío rompan el momentáneo sosiego de su sueño y verle así despertar a lo lejos, para poder compartir con él desde su envejecida cobardía, el regalo de aquel primer rayo de sol, que antaño encalideció tantos apasionados amaneceres …y le abraza fuertemente en su recuerdo, y le repite en su mente “no tengas miedo amor mío, siempre estaré a tu lado”…

M.C

jueves, 7 de enero de 2010

Vol.2



Entreabrió las manos y vio como se escurrían entre sus dedos los añicos de su compacta filosofía de vida. Donde alguna vez pensó que estaban sus metas , podía ver ahora claramente cómo el camino en lugar de terminar, daba la vuelta… y encerrado en el centro de su perfecto círculo de egoísmo, prejuicios y ansiedades, estaba el sólo chocando con sus elevados bordes.

Lo peor del caso fue la manera brusca en la que se dio cuenta de su estado…fue como despertar de un mal sueño de golpe, o quizás al contrario, fue como entrar en una pesadilla en la que verse fuera de todo control, en la que volver a aprender a andar sobre un suelo inestable, en la que sentirse pequeño frente a los demás y a su actual situación. Acababa de descubrir un nuevo mundo fuera de aquel para el que se había preparado durante tantos años, y su sensación de frustración era grandísima…si alguien se lo hubiera dicho antes, quizás hubiera sido capaz de preparar las armas adecuadas para defenderse o quizás simplemente hubiese pasado desapercibido. Pero no era así: ahora debía cargar sobre su espalda aquel pesado, enorme y compacto círculo de cultura, moralidad y falsas creencias, aparentemente bien encajado, pero inútil.

Se detuvo para observar a su alrededor, su perplejidad crecía por momentos y le hacía oscilar entre la desesperación , la desolación…A su alrededor cientos de miles de individuos danzaban llevando sobre sus espaldas sus compactos círculos. Algunos de ellos eran gigantescos, otros más pequeños, pero a ninguno de los integrantes de la rítmica procesión parecía molestarle en exceso. Formaban a su vez un círculo perfecto y se movían soncronizadamente, con sus ojos cerrados, y su expresión más o menos sonriente.

Muy de vez en cuando, alguno de ellos se salía de la perfecta hilera, y era entonces cuando tomaba protagonismo una nueva y poderosa figura que de nuevo le convencía para que volviese a poner sobre sus espaldas el pesado círculo y continuase el baile con el resto.

Lo más sorprendente sin embargo fue mirar hacia arriba y descubrir por encima de los anteriores otro tipo de individuos. Era un grupo escaso, brillante, no cargaban nada, no danzaban sincronizadamente, no había nadie que les indicase cual debía ser su posición, se mezclaban unos con otros, sin temores, sin prejuicios, sin ataduras, sin sufrimiento, y eran la viva imagen de la felicidad.

Fue entonces cuando él se preguntó, cómo podría hacer para deshacerse de su tedioso círculo y unirse a ellos. Sus brazos estirados apenas podían alcanzar el ajustado nudo que comenzaba a asfixiarlo, algo que antes nunca había percibido.

Se dio cuenta de que no iba a ser fácil, puede que hasta imposible. Se aferró a su áspera circunferencia y comenzó a llorar intensamente…luego entreabrió las manos y vio como se escurrían entre sus dedos los añicos de su compacta filosofía de vida. Donde alguna vez pensó que estaban sus metas , podía ver ahora claramente cómo el camino en lugar de terminar, daba la vuelta.

M.C